“A comienzos de la década de 1990, trabajaba como profesor en el colegio San Martín de Porras. Para entonces, ya había recorrido la ruta hacia el santuario de Locumba, más de nueve años, tenía algo de experiencia.
En los primeros días de setiembre, comuniqué a mis alumnos si deseaban viajar a Locumba, pero caminando; había que hacer un sacrificio enorme, en agradecimiento por los dones que nos ha dado el Señor de Locumba.
Era el día doce de setiembre, partimos veintiséis personas: veinticinco estudiantes del quinto grado de secundaria y mi persona.
Llegamos sin novedad a la ciudad de Locumba, era las siete de la noche del día trece de setiembre. Había la necesidad imperiosa de dormir, de recuperar energías. Entonces reuní a mis alumnos y les dije:
-Muchachos, vamos a dormir en este mismo sitio (en la plaza principal de Locumba), abríguense bien y cuiden bien sus cosas. De pronto, del interior del grupo surgió la discordia, y cinco alumnos dijeron:
-Profe, nosotros no nos quedamos aquí, vamos a dormir a orillas del río (Locumba). Hasta mañana. Y los cinco se marcharon presurosos, con sus cosas; la verdad no había forma de imponer la disciplina. Tuve que dormir con los veinte restantes, parecía una gallina cuidando a sus pollitos.
Dormimos como troncos secos, sin ninguna novedad. Despertamos a la seis de la mañana, de pronto aparecieron los cinco, con una cara indescriptible. Les pregunté:
-¿Qué ha pasado jóvenes, han tenido una pesadilla colectiva?
-No profe, a media noche vinieron unos asaltantes, y nos quitaron todo, nos han dejado sin nada.
Y comenzaron a sollozar, pidiendo perdón por su indisciplina.
El Señor de Locumba es piadoso, muy bueno, nos da lo que nosotros queremos. Pero él también sabe sancionar a los indisciplinados de la fe” (versión oral del profesor J.A.A., recogida en junio del 2011).
Fuente: de un libro inédito de la Municipalidad Provincial Jorge Basadre
No hay comentarios:
Publicar un comentario