Con relación al milagro o al favor popular, José Luis Gonzáles afirma que:
El “milagro” y el “favor” se encuentran en las raíces de la experiencia religiosa popular. No sólo como motivación de una serie de prácticas religiosas, sino como características de la misma experiencia religiosa. En el fondo de esa búsqueda constante del “milagro”, existe la convicción que “Dios y los santos son los que permiten vivir”.
Las ocasiones en que este tipo de experiencias son buscadas o han tenido lugar, suelen ser “situaciones límite” de enfermedad o cualquier otra circunstancia en que se ven comprometidos aspectos fundamentales de la existencia. Aunque, a veces, también se solicitan favores en relación con hechos triviales, se puede decir que la constante es la relación entre milagro y riesgo.
Es frecuente que la experiencia de milagro se encuentre al comienzo de una nueva devoción que se introduce en la vida personal o familiar y que, en no pocos casos, marca la iniciación religiosa de los niños. Parece que pueden distinguirse entre milagros-favores “personales” (que sólo benefician a la persona que los ha recibido) y que, por lo común, se mantienen bastante reservados; y favores-milagros “familiares” que se han convertido e patrimonio familiar y motivación de peculiares devociones y prácticas dentro del grupo doméstico (sic).
De cualquier forma, el milagro-favor es siempre un hito en la vida religiosa de la persona o de la familia, por ser interpretado como una revelación o hierofanía, en la cual se ha recibido o se espera recibir una ayuda especial que permitirá superar el momento crítico.
El “favor” o el “milagro” son experiencias frecuentes, sino en cada persona, sí en la religiosidad popular en general. Además, es estímulo de muchas devociones y prácticas religiosas: se busca el milagro como solución a situaciones insuperables en las condiciones concretas del creyente. Todo eso incide (…) como rasgos de la comprensión de Dios y de Cristo: la religiosidad popular descansa principalmente en la convicción que Dios es poderoso para ayudar en la vida; él es quien, permitiendo superar los obstáculos (muerte, enfermedad, falta de empleo, pobreza, etc.), hace posible la vida.
Se puede decir que hay una especie de centro generador en la religiosidad popular constituido por estos elementos: poder de lo sagrado (Dios, Cristo, Santos) más necesidades y situaciones-límite más milagro-favor (…). Todo esto refuerza, sin lugar a dudas, una fe popular que, ante todo, es fe en el Dios de la vida.
En cuanto a los destinatarios de los milagros, es amplio, propia de la religiosidad popular, según la cual todos pueden (ricos y pobres) encontrar el favor de Dios, si embargo, por la condición misma de su vida y por la actitud religiosa, son los pobres los destinatarios privilegiados de la acción poderosa y benevolente de Dios.
Tanto la naturaleza como los destinatarios de los milagros son definidos en función de las necesidades del hombre. En la necesidad de los pobres se descubre un motivo de la predilección de Dios hacia los mismos. De este modo, la necesidad provoca, por un lado, actitudes religiosas más constantes y profundas (sentimiento de la necesidad de Dios y recurso constante a él) y, por otro, atrae privilegiadamente los milagros de Dios a favor de los pobres” (Gonzales: 1987; 362-365).
(Fuente: José Luis Gonzales, 1987)
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